EL VALOR TERAPÉUTICO DE LOS CUENTOS INFANTILES Lic. Mariela Cerioni
Los chicos comprenden, saben mucho más de lo que los adultos desean creer. Los chicos esperan que los adultos encontremos las palabras adecuadas para charlar sobre "esos" temas incómodos, pero necesarios. Muchos padres no pueden hacerlo. No saben cómo. No encuentran las palabras.
Pero la literatura —que es la sacerdotisa de las palabras— puede atreverse a transitar por esos caminos tenebrosos y también por los de la estética, la belleza descriptiva, el placer, el juego y la diversión.
Julia Chaktoura[1]
Los cuentos infantiles encierran un tesoro de riquezas para explotar desde el ámbito de la educación y la salud. Hadas, príncipes y princesas, brujas, lobos, ogros, dragones, héroes, villanos… personajes reales y del mundo de la fantasía nos brindan un puente para llegar a los sentimientos de los chicos.
La literatura infantil no sólo me interesa como profesional que trabaja con niños. Desde muy chica relatos y libros de cuentos siempre me resultaron atractivos. Hace unos años empecé a rescatar su valor usándolos para dar “Rienda Suelta a la imaginación”[2] de los niños. El objetivo principal: utilizar los cuentos infantiles como un recurso que los ayude a situarse en sus momentos críticos del crecimiento y su relación con el mundo.
LOS CUENTOS, EL ARTE, LO TERAPEÚTICO
Bruno Bettelheim atribuye a los cuentos (especialmente a los de hadas) la cualidad de ser terapéuticos. El niño encuentra soluciones, mediante la contemplación de lo que la historia parece aludir sobre él mismo y sus conflictos internos. Normalmente, dice el autor, el contenido de la historia que le atrae al niño, no tiene nada que ver con su vida externa, pero sí con sus problemas internos. “Eso también me pasa a mí” es lo que siente el niño al escuchar los relatos.
“El espacio del arte, en particular, el de las historias desarrolladas en los cuentos, ofrece un universo de posibilidades para la manifestación y resolución de conflictos a través de la orientación del adulto, aportando además al niño, elementos de potente caudal estético. Cada tipo de cuento, con sus características propias, brinda elementos que resuenan en cada niño, permitiéndole elaborar a través de actividades y juegos, aspectos críticos de su crecimiento en su relación con los otros y con el mundo”. Andrea Rur
Desde esta fundamentación, los cuentos infantiles nos permiten abordar temáticas referidas al origen de la vida, la muerte, el destino, el amor, el miedo, los monstruos, la amistad, la solidaridad, el cuidado de la naturaleza y el medio ambiente, aventurarse y viajar a través del mundo y reír mediante lo absurdo que nos traen algunos cuentos. Estas temáticas encierran los conflictos típicos y universales de la infancia: la separación con los objetos de amor (el destete, el control de esfínteres, la marcha, el ingreso a la escolaridad), la distancia y ausencia de la madre, la problemática edípica, la castración… La palabra es un puente que posibilita vivir la experiencia del crecimiento y sus obstáculos en un ámbito diferente al de la realidad cotidiana. Los cuentos estimulan la fantasía y cumplen una función terapéutica porque en sus argumentos tocan sentimientos y pensamientos de los chicos.
“El niño pequeño necesita la oportunidad de comprenderse a sí mismo en este mundo complejo con el que tiene que aprender a enfrentarse… necesita una educación moral que le transmita, sutilmente, las ventajas de una conducta moral, no a través de los conceptos éticos abstractos, sino mediante lo que parece correcto y (…) lleno de significado”. Este significado el niño lo puede encontrar en los cuentos. (Betelheim, B.)
LOS CUENTOS… UN ENCUENTRO ENTRE ADULTOS Y CHICOS
“El arte es una creación por excelencia, es la creación de otra realidad”
Ernesto Sábato[3]
Los cuentos como el juego, forman parte del mundo de los niños. Así como cuando compartimos en muchas ocasiones los juegos propuestos por ellos, asumiendo roles ficticios, que le generan gran satisfacción (que a veces nos asignan y otras les proponemos), la lectura de cuentos lleva a una situación similar. Leer cuentos a niños pequeños produce un encuentro entre grandes y chicos, padres e hijos, y es una experiencia realmente agradable cuando el niño percibe que el disfrute del adulto es proporcional al suyo. En los adultos la lectura de cuentos no solo es satisfactoria porque nos permite encontrarnos con los hijos sino también porque favorecen que tengamos algunos recuerdos de nuestra propia infancia, los que ayudan a la comprensión de las conflictivas de los hijos.
El encuentro en la lectura lleva a que ambos, adulto y niño, se sumerjan en una pequeña historia, en donde también la narración del relato, favorece muchas veces la identificación con los personajes (a través de las voces, las expresiones, las posturas, los gestos) con lo que se le puede dar un tinte de realidad a la fantasía, tal como en el juego se asumen características de los personajes que “se juegan”.
Cuando el niño escucha un cuento, las palabras, al tener más de un sentido, pueden resonar en cada uno con una significación diferente. Contar historias a los chicos les permite fantasear y crear, teniendo estas dos últimas una raíz común: los deseos y los impulsos. Por lo tanto posibilitando la creatividad y el fantaseo le tendemos un puente al niño para encauzar sus conflictos y deseos, atemperar sus angustias e insatisfacción. ¿Será por esto que los niños solicitan que se les lea una y otra vez el mismo cuento... además con la necesidad de que no se altere la lectura de los textos?… Parece que el relato transmite algún mensaje importante al lector. Un mensaje que a veces los niños intentan de manera inconsciente transmitir a sus padres sobre determinadas situaciones conflictivas que necesitan resolver. Es evidente que por la insistencia del niño a repetir la lectura, de algún modo el cuento ayuda a encontrarse con esos conflictos de manera no angustiante y le produce una sensación de alivio sobre cuestiones dolorosas.
En síntesis, contarles cuentos genera poder compartir una experiencia muy significativa y una unión satisfactoria entre padres e hijos.
Cuando se produce el verdadero encuentro del niño con un cuento es una experiencia sumamente visible. El niño se identifica con los personajes y vivencia la experiencia al modo que un adulto podría hacerlo al ver una buena película o al presenciar una lograda obra de teatro. La ficción y la realidad se fusionan por un momento y es allí en donde se produce el encuentro entre el lector y el oyente. Los relatos se convierten en historias que se filtran con sus fantasías y los personajes son poseedores de sentimientos que movilizan. Los ojitos chispean y el mundo externo (la conexión con la realidad) y el interno (sentimientos y sensaciones inconscientes) se confunden. Estas identificaciones con los personajes llevan al niño en este “como si” (como también sucede en el juego) a disfrutar desgracias y avatares. Goza sabiendo, por las experiencias repetidas, que hasta las situaciones más adversas pueden tener final feliz y que su deseo sobre el triunfo del bienestar es posible. ¿Será esa sensación la que buscamos permanentemente? Encontrar personajes protectores, salvadores, que nos guíen encontrando el camino, que sean justicieros, que nos perdonen los malos actos, que nos den otra oportunidad, o que nos alerten y nos enseñen de los peligros, las consecuencias de los malos actos, las desobediencias, el ocio, la ambición desmedida, la envidia y la ira incontrolable, de manera no moralizante, entre tantas otras cosas.
CREATIVIDAD, FANTASÍA, IMAGINACIÓN
La imaginación del niño corre a rienda suelta, se divierte, juega… el niño espontáneamente inventa historias de su fantasía… crea. Tiene una gran capacidad para ello, la que a veces de adulto se pierde… posee ese gran potencial que los grandes podemos enriquecer y estimular. Creatividad e imaginación nos sacan de la rigidez. Posibilitando la creatividad y el fantaseo le tendemos un puente al niño para encauzar sus conflictos y deseos, atemperar sus angustias e insatisfacción.
Los autores que opinan sobre el tema, afirman que, no hay descubrimiento científico sin la función creadora de la imaginación. Desde el hombre de ciencias hasta el artista, todos deben valerse de ella. La creatividad exige ser curioso, descubrir problemas, hacer preguntas, opinar, emitir juicios propios. El acto creativo transforma.
La fantasía del niño no está divorciada de la realidad. El niño, a diferencia del adulto (que usa un pensamiento lógico), tiene un pensamiento mágico. La fantasía suele carecer de sentido lógico, es decir, coherencia con la realidad. Cuando el niño juega o se sumerge en las historias de los cuentos, cree en sus personajes, comparte sus fracasos y victorias, vive sus aventuras y experiencias. No obstante no confunde fantasía con realidad. Sabe que el cuento es ficción.
"El espacio entre la vida real y los sueños, lo ocupan los cuentos. Es el puente sobre el abismo. Eso lo saben los niños”. (Mercedes Falconí)
[1] En “Literatura infantil: motivaciones para la creatividad” pág. web Tela de Rayón.
[2] Así denominé al proyecto fundamentado en estos conceptos, que llevo a cabo con niños de 3 y 4 años, desde el año 2009, en un jardín maternal privado de nuestra cuidad.
[3] Extraída de “Actas de las Jornadas de Creatividad y Psicoanálisis” (C.E.P. Córdoba, 1990) en Serrone y Otros, 1998 “Los cuentos de terror. Sus efectos en el psiquismo infantil”